Terrores nocturnos

sábado, 30 de julio de 2011

GILLES DE RAIS, EL CABALLERO BARBA AZUL.



Fue el primer hijo de Guy II de Laval y Marie de Craon, pertenecían a uno de los linajes más importantes de Francia. El pequeño Gilles nació en la torre negra del castillo de Champtocé. El pequeño pronto empezó a mostrar señales de crueldad, lo cual ahuyentó a varias nodrizas.

Cuando Guilles tenía 9 años fue testigo de la muerte de su padre. Un verraco le clavó los cuernos en el estómago y las vísceras comenzaron a brotar. Años más tarde recrearía esta escena una y otra vez.

Al poco de la muerte de su padre le siguió su madre. Él y su hermano fueron mandados al cuidado de su abuelo Jeas de Craon; un hombre acostumbrado a obtener lo que quiere cuando quiere, algo que supo inculcar a Gilles. Fue un chico prodigio; hablaba perfectamente el latín y el griego. Estuvo encerrado en la biblioteca devorando libros.

En plena adolescencia lo nombraron caballero. Su manejo en el arte de la espada superaba a muchos caballeros adultos. Su lado más cruel salió a flote, dañando a todo el que se le cruzaba por delante, desde amigos hasta a animales.

Se puso a las órdenes de Juan V, duque de Bretaña en la guerra de sucesión. Era admirado por su rapidez y bravura, pero muy temido por su falta de escrúpulos.

A la tierna edad de 17 años se encapricho de su prima Catherine de Thouarscon, aunque más que por ella, sería por sus bienes. La rapto y la obligó a casarse, convirtiéndolo en uno de los personajes más ricos de Francia. La familia de la joven no estaba de acuerdo con esa unión, tenían sus propios planes. Gilles entró en cólera cuando no le eran cedidos ciertos castillos que por dote le debían. Sin pensarlo dos veces secuestro a su suegra-tía; la encerró a pan y agua hasta que le entrego los castillos que anhelaba.

Los encuentros carnales con su esposa no eran precisamente por placer, sino por la necesidad de un descendiente; no era ningún secreto que su gusto recaía en miembros de su mismo sexo. A causa de retrasar esos encuentros, no llegaron a tener ningún hijo hasta después de siete años de matrimonio. Cuando este nació, la joven Catherine escapo al castillo de sus padres. Como Gilles ya tenía lo que deseaba, no fue en busca de su esposa, ya que era un estorbo para él.

En 1429 Gilles se une a las fuerzas de Carlos VII, delfín de Francia, contra los ingleses. En esta época conoció a Juana de Arco, se convirtió en su cuidador y guía hasta Orleans. Luchó codo con codo con esta heroica mujer; la cual era un ejemplo a seguir: valiente, justa y fuerte. Entre los dos consiguieron ganar varias batallas y eran vistos como los salvadores de Francia. En recompensa Gilles fue ascendido a Mariscal.

Estos momentos de exaltación y triunfos llegaría a su fin con la condena a muerte en la hoguera de Juana. La muerte de su abuelo y del ser que más admiraba lo dejo sólo y perturbado.

En su madurez comenzó a nacerle una barba de tono azulada, años más tarde fue inspiración para el cuento de “barba azul” de Charles Perrault.

Su inmensa fortuna le sirvió para hacer un gran derroche; grandes fiestas lujosas, caprichos indescriptibles e inagotables. Uno de sus caprichos más costosos era la representación teatral de sus batallas con Juana de Arco, donde se gastaba verdaderas fortunas para recrearlas con la mayor realidad posible.

Su valiosa fortuna fue menguando según sus derroches aumentaban. Necesitado de dinero para seguir manteniendo su nivel de vida, se vio obligado a vender castillos y tierras. Ante el temor de la ruina se rodeo de alquimistas y brujos que le prometían oro y dinero a raudales. Construyó un costoso laboratorio para que charlatanes experimentaran la manera de conseguir la piedra filosofal. Pero no había progresos y la riqueza menguaba.

Los alquimistas y brujos, viendo que su fuente de dinero podría menguar, le dijeron que necesitaban pedirle ayuda al mismísimo demonio, ser al que Gilles temía por encima de todo. Su cómplice y su amante Prelati, lo convenció para que aceptara la realización de conjuros y cánticos.

Los cánticos y conjuros, a los que él no asistía, tampoco fueron la solución y la prohibición de Luis XI contra la alquimia estaban cerrando sus posibilidades de encontrar dinero de forma milagrosa. Sus seguidores le convencieron que el rey de los demonios necesitaba algo más, “necesitaba sangre”.

Como en su día lo hizo La Condesa Sanguinaria, Gilles buscó niños en las aldeas y en el pueblo. Con su amabilidad y gentileza, nadie sospecharía de un noble héroe. Su promesa de una vida mejor era lo único que los amorosos padres querían y deseaban para sus hijos, sin saber realmente que pasaría con ellos.

Con el tiempo los padres murmuraban, los hijos no aparecían y nadie los veía. Cuando barba azul aparecía por los pueblos vecinos, los niños se escondían. Gilles empezó a recoger niños que mendigaba prometiéndoles comida y lecho caliente. Muchos niños pasaban por las puertas del castillo y ninguno regresaba.

Lo que en el interior sucedía era un autentico espanto. Violaba a los niños, luego los desmembraba, para sacrificar los miembros al demonio. A otros les cortaba el vientre mientras terminaba de violarlos, simplemente para volver a recrear la escena de la muerte de su padre, cuando sus tripas caían al suelo. Una vez muertos los abrazaba tiernamente y les pedía perdón, en algunos casos violaba los cadáveres.

Con el tiempo su locura creció, llegando a realizar un concurso de belleza con las cabezas de los niños más hermosos, clavadas en picas. Les daba una puntuación, para ver quien era el más hermoso y ganador de ese demencial concurso.

René el hermano de Gille, al ver como todo el patrimonio familiar era vendido y mal administrado pidió ayuda al rey. Nunca se imaginaría lo que había detrás de la puerta prohibida en el interior de uno de los castillos. Huesos de niños esparcidos por todas partes.

Las investigaciones comenzaron y las pruebas señalaban al Gilles. Éste desesperado secuestro al obispo Jean, quien se encargaba de las investigaciones. El obispo fue rescatado y Giles capturado.

En un principio el noble se declaró inocente, pero después de pasar por la cámara de torturas comenzó a detallar horrendas y crueles escenas. Cuerpos colgados bañados en sangre; violaciones de toda índole a niños y niñas, tanto vivos como muertos. Se deleitaba lamiendo la sangre de los rostros inocentes, mientras emanaba la sangre de las heridas.

Se llegaron a contar unas 200 victimas, aunque habían desaparecido más de 1.000 niños y niñas por aquella época.

El 26 de octubre de 1440, él y sus compinches fueron ahorcados y enterrados. Antes de morir pidió perdón a los padres por el sufrimiento causado.