Terrores nocturnos

martes, 13 de septiembre de 2011

Enriqueta Martí, la Vampira de Barcelona


Enriqueta Martí sembró el terror en la Barcelona de 1912. La desaparición de varios niños mantenía en alerta a las madres, que indignadas veían como la policía quitaba importancia a estas desapariciones. El gobernador civil Portela Valladares comunicaba que no había motivos de alarma.

Los rumores en las callejuelas y esquinas aumentaban, las madres vigilaban a sus retoños muy de cerca. Una nueva desaparición sacudió Barcelona durante dos semanas, esta se hizo notar, pues el pueblo estaba indignado de que una desaparición más ocurriera después de las declaraciones policiales.

La pequeña Teresita Guitart fue la detonante del fervor público que la buscó con ahínco; aunque nunca se imaginaría lo que esta desaparición destaparía.

Teresita pesaba con su madre, cuando esta se paró a hablar con la vecina. La madre le indicó a Teresita que subiera a casa. Cuando la madre llegó a casa, el marido preguntó por la niña. Ese fue el día de su desaparición.

Después de dos semanas de desesperante búsqueda, fue una vecina cotilla la que daría la pista para su encuentro.

La Señora Claudia Elías se pasaba el día en la ventana vigilando a sus vecinos. Una mañana vio alguien inusual asomada a la ventana del patio de luces, una niña que nunca había visto. La pequeña tenía el pelo rapado se asomó a la ventana durante unos escasos segundos. Esa niña no era la hija de su vecina Enriqueta, la cual tenía una niña y un niño de acogida, ¿Quien era?

La buena mujer habló con el colchonero sobre la extraña niña y lo mucho se parecía muchísimo a Teresita. El Colchonero, a su vez, habló con el municipal José Asens y este a su jefe, el brigada Ribot.

Como no había pistas, ni orden de registro pora la casa de Enriqueta, con gran ingenio se presentó en la casa con un sorprendente pretexto. “Tiene gallinas dentro de casa”. Ante la sorpresa de Enriqueta la policía entró en la casa con intención de registrarla. Cuando la mujer reaccionó pidiendo la orden de registro era demasiado tarde, habían encontrado a la niña. La policía le preguntó el nombre y la pequeña titubeando dijo que se llamaba Angelita. El policía le preguntó:”¿Eres teresita?” La respuesta de la niña fue contundente.” Aquí dentro me llaman Angelita”.

La desaparición de Teresita tuvo un final feliz. El pueblo de Barcelona gritaba justicia, aquello se había ignorado durante mucho tiempo.

Se interrogó a Enriqueta sobre la niña, la mujer que parecía alcahueta alegaba que se la había encontrado el día anterior perdida por las calles. Esta declaración era totalmente contraria a la de la niña; que indicaba que había desobedecido a su madre, no había subido a casa sino que había bajado la calle donde se encontró a Enriqueta quien le prometió caramelos. La niña la siguió pero al alejarse de casa empezó a gritar; la secuestradora le tapo la cabeza con una bolsa negra. Le rapó el pelo con la escusa de que estaba enferma y esa era la única cura, además le dijo que sus padres le habían abandonado y a partir de ese momento tendría otro nombre: Angelita.


No fue esta declaración la que daría la voz de alarma si no, la de su supuesta hija.

La niña informó que había un niño con ella, Pepito. Una noche la pequeña se asomó a una de las puertas prohibidas y vio como Enriqueta acuchillaba al pequeño; asustada se fue a su habitación y se escondió.

Cuando se preguntó a Enriqueta por el niño declaró que era de una amiga y lo estaba cuidando, se había puesto muy enfermo y lo mandó al campo para que se recuperara.

La policía registró la casa Enriqueta en busca de pistas sobre el paradero de Pepito, y esto es lo que se encontró.

La vivienda era humilde, pobre, de muebles viejos y ropa roída. En una bolsa se encontraron las ropas de un niño pequeño y un cuchillo ensangrentado. La gran sorpresa se la encontraron en el sótano. Había una habitación lujosamente decorada, muebles caros y un armario con ropas de niño de la más cara calidad. Era una estancia que desentonaba con la pobreza de toda la casa. En una habitación se encontraron una especie de laboratorio, lleno de potingues y pócimas, lo más aterrador era sus componentes.

Huesos de bebes y niños se hicieron polvo para utilizarlos en brebajes. Ungüentos realizados con grasa de niños que más tarde se vendería a precio de oro. Hasta el tuétano de los huesos eran aprovechados para pócimas y elixires. Un laboratorio del terror donde el ingrediente principal eran bebes y niños menores de 9 años. Sobre una mesa descansaba un libro antiguo con recetas oscuras.

Hay que tener en cuenta que era una época asolada por la tuberculosis, donde tanto el rico como el pobre sucumbían ante ella. Los brebajes hechos con niños eran un privilegio de unos pocos y algo muy buscado, ya que se decía que era lo único que podía curar esta temida enfermedad.

Ante estos descubrimientos la policía indago en la vida de la escalofriante mujer.

En su juventud se dedicó a la prostitución hasta que se caso con un pintor llamado Joan Pujaló. Pero su matrimonio hacía aguas, ya que ella nunca dejó de asistir a los prostíbulos más lujosos de la ciudad. Pos el día, según contó su vecina; mendigaba con la niña en iglesias, alberges, centros sociales y por las tardes se vestía como una dama, hermosos vestidos y caras joyas, para ir a estos clubs de alterne de alta categoría.

La policía preocupada por la identidad de la niña busco al esposo de Enriqueta, el cual les indicó que jamás habían tenido hijos y no sabía quién era esa niña. Un examen ginecológico apunto que jamás había tenido hijos; entonces ¿de quien era la niña?

Poco a poco y después de varios interrogatorios, se desmorono y contó la verdad.

La niña era hija de su cuñada, se la robo nada más nacer e hizo creer a la madre que había nacido muerta. Ante los restos de bebes para sus pociones, comenzó diciendo que le gustaba la medicina y era uno de sus entretenimientos; al final acabó confesando que en las tres últimas casas que había vivido había más restos escondidos en paredes falsas y los restos eran para pócimas que luego vendía.

La gente de Barcelona estaba molesta con los nuevos descubrimientos, sin embargo, lo que más molestó fue la aparición de una lista donde había inscrito grandes hombres: políticos, jueces, médicos, empresarios, etc. Para tranquilizar al pueblo se obligó a un reconocido periódico que informará que la lista era de la buena gente a la que timó, no como realmente se creían, sus clientes.

Clientes pedófilos y cómplices de los asesinatos de Enriqueta, a los que ella vendía ungüentos y pócimas para curarse de enfermedades, entre ellas la temida tuberculosis de la que nadie sobrevivía, hechas con restos de inocentes niños.

Barcelona deseaba ver el cuerpo de esta mujer ajusticiado en el garrote vil.

Unos meses después de haber sido encarcelada, cuando el pueblo estaba más tranquilo y se habían olvidado de Enriqueta, esta apareció muerta en el patio de la cárcel, sus compañeras de dieron muerte.

Al no haber juicio, la famosa lista desapareció y con ella la tranquilidad de mucha gente adinerada. Enriqueta cayó en el olvido.