Terrores nocturnos

domingo, 11 de marzo de 2012

Eddie Gein, el carnicero de Plainfield



Eddie Gein (1906) es uno de los psicópatas más complejos de la historia criminal. Sufría de trastornos de necrofilia, voyerismo, fetichismo, travestismo y una psicosis profunda. Varios cineastas se han sentido inspirados por este excéntrico personaje; películas como Psicosis, la matanza de Texas o el silencio de los corderos, son claros ejemplos.
Augusta Lehrke y su esposo George Gein, tuvieron dos hijos Henry y Eddie. Augusta era una mujer fanática que asustaba a sus hijos con el día del juicio final y los horrores de los castigos que sufrían los pecadores. Día tras día les leía a sus tiernos hijos la Biblia y los amenazaba con un mundo de horrores si se mezclaban con la gente del pueblo; las cuales, según su madre, eran degenerados vividores y rameras que llevarían a sus hijos por camino del mal.
Por su parte, George era un hombre débil. Se refugiaba en la bebida para escapar de la realidad. Cuando llegaba a casa, sus dos hijos temblaban de pavor. Las palizas y los gritos eran continuos. Falleció en 1940.
El pequeño Henry comienza a plantearse la estricta y sebera educación materna. Sus continuas replicas asustan a su hermano Eddie, acostumbrado a hacer todo lo que su madre le ordenara. A ojos de su hermano, Henry, había sucumbido al pecado, desobedeciendo uno de los mandamientos “Honrarás a tu padre y a tu madre”.
Henry muere víctima de un extraño incendio. Eddie lleva a la policía hasta su cadáver e indica que cuando el fuego se origino, se dividieron intentando huir. A la policía no le extraño que en el informe forense Henry hubiera sufrido un fuerte golpe, muriendo de asfixia por el humo inalado. Todo quedo en un fatídico accidente.
Madre e hijo se quedaron a cargo de la granja. Un lugar apartado del pueblo, donde Eddie era victima voluntaria del fanatismo de su madre. Sin embargo esto fue temporal. Un año más tarde muere Augusta dejando a Eddie huérfano de familia.
Durante mucho tiempo Eddie estuvo trabajando de pequeñas reparaciones y labores manuales que hacía a los vecinos; era muy bueno trabajando con las manos. La gente lo conocía como un hombre excéntrico, amable, servicial, tímido e imaginativo.
En la zona comenzaron una serie de desapariciones. Una muchacha llamada Georgia Weckler desaparición en mayo de 1947. Evelyn Hartley, una joven de un pueblo cercano. Una niña de 15 años que acababa de salir de una casa donde ejercía de niñera. También desaparecieron dos jóvenes Víctor Travis y Ray Burgues, que se habían ido de caza. Aunque hay sospechas de que Eddie intervino en las desapariciones, nunca se encontró pruebas de ello.
Pasaron años hasta que Eddie cometió su primer error.
En el pueblo, solía frecuentar la taberna de los Hogan, donde Mary Hogan atendía en el mostrador. El hombre, entrado en años, se pasaba el tiempo observándola con atención; algunos vecinos pensaban que estaba enamorado de ella, pero que era demasiado tímido para decírselo abiertamente.
Fue un cliente quien encontró un charco de sangre detrás del mostrados y las marcas de que algo había sido arrastrado hasta fuera. Mary había desaparecido.
El propietario del aserradero se acerco a Eddie. El hombre recordaba haber visto a Eddie observando a Mary desde la esquina de la taberna. Cuando le hizo un comentario sobre donde podía estar Mary, Eddie contestó que estaba en su casa. El hombre no le hizo caso, ya que la imaginación de Eddie es conocida en el lugar. La policía, no relacionó a Eddie con el suceso.
Tardaría tres años en cometer un grave error. En la ferretería del pueblo se encontró un charco de sangre y señales de arrastramiento que llegaba hasta el exterior. Exactamente igual que la vez anterior. La dueña, Bernice Worden y madre de uno de los oficiales de policía, había desaparecido. En esta ocasión hubo una prueba refutable, en el libro de contabilidad aparecía el nombre del último cliente, Eddie Gein, que había comprado anticongelante.
La policía llevo a Eddie a comisaría, mientras lo interrogaban, una patrulla se persono en su domicilio. Lo que allí se encontraron fue tan repulsivo que uno de los agentes entró en estado de shock; el compañero tuvo que pedir refuerzos.
En la cocina se encontraba el cuerpo de Bernice colgado cabeza abajo sin cabeza; el abdomen había sido abierto y sus tripas lavadas. El corazón y la cabeza de Bernice descansaban dentro de una bolsa en el frigorífico.
Entre la inmundicia, basura y demás despojos, se encontraban cráneos que eran usados como cuencos, otros de forma decorativa; dentaduras, restos humanos en cajas.
Una investigación más exhaustiva descubrió que las lámparas, el tapizado de las sillas, la papelera y algunas fundas de cuchillos estaban hechas de piel humana. Dentro de los armarios se encontró ropa, chalecos e incluso cinturones donde el tejido era piel humana o, en algunos caso,s hechos solo con pezones. Alrededor de su cama había máscaras humanas y cráneos.

Una de las habitaciones de la casa estaba cerrada con tablas de madera. La policía tuvo que arrancar cada tabla para descubrir lo que había en su interior. Era la habitación de Augusta, estaba intacta, seguía igual que cuando su dueña vivía. Era tal la veneración que sentía Eddie por su madre, que mantenía ese cuarto como si fuera un lugar sagrado.
Después de horas en silencio Eddie comienza a hablar.
La piel que usaba para sus aberraciones era sobre todo de difuntos. Leia en los periódicos las mujeres que acababan de morir, escogía aquellas que se parecían a su madre; algunas las conoció en vida. Por la noche se dedicaba a desenterrarlas, con la tierra revuelta nadie se daba cuenta de la fechoría. No siempre se llevaba el cadáver, a veces sólo las piernas, los cráneos o las manos.
La piel de los muertos no es fácil de manejar y menos cuando llevan varios días fallecidos. Sin embargo la piel de Bernice y de Mary eran mucho más fáciles de amoldar, según sus deseos.
Eddie fue enviado a una institución mental durante 30 días y fue declarado incompetente para asistir a un juicio. Los afectados se sintieron indignados y molestos, clamaban una justicia que nunca llegaría.
Lo estudiaron importantes psiquiatras de la época. Después de varios estudios llegaron a la resolución de que su enfermedad proviene de la relación enfermiza que tenía con su madre. Una relación amor-odio, con un claro complejo de Edipo.
Afirmaba que escuchaba a su madre un año después de haber muerto. Por las noches, antes de dormir, le hablaba desde la habitación cerrada.
Permaneció en la institución hasta los 61 años, muriendo de cáncer. No recibió ningún tipo de medicamento. Era un hombre tranquilo y sumiso.
Todos los bienes de Eddie fueron subastados. La casa apareció incendiada a los pocos días de que se anunciara que se convertiría en una casa del terror, con visitas guiadas por un módico precio.