Terrores nocturnos

jueves, 12 de septiembre de 2013

El Caníbal de Ziebice



Usó la carne de sus víctimas para salir a flote en un momento en el que la  crisis asolaba el pueblo y la comida escaseaba. Los mendigos era su especialidad. Los cuerpos de sus víctimas no solo eran una fuente de alimentación, sus cabellos y piel eran usados para fabricar cinturones, tirantes y cordones.
La historia de Karl podría haber seguido escondida entre miles de archivos, fue Lucyna Bialy quién la desenterró y devolvió esta historia al mundo. Gracias a ella el museo de Ziebice tiene una sala de exposiciones exclusiva para el caníbal local.
El 10 de agosto de 1870 nace Karl Danker en el seno de una familia adinerada.
Los profesores decían que era un chico irrespetuoso y lento, ya que no aprendió a hablar correctamente hasta los 6 años.
Con 10 años su familia se mudó a Ziebice, donde pasó muy poco tiempo, pues a la tierna edad de 12 años se escapó de casa.
Se hizo aprendiz de jardinero. No se tiene constancia de cómo fue su vida hasta los 25 años. A esa edad, su padre fallece, su hermano mayor se hace cargo del capital familiar y Karl recibe una abundante herencia. Se compró un terreno pero no se le daba bien la agricultura y optó por vender el terreno y adquirir una casa.
Con la crisis del momento, pronto se encontró en la bancarrota. Tuvo que alquilar su casa, a excepción de la tienda  que seguía regentando; e irse a vivir a un apartamento.
La hambruna empezó hacer mella en Ziebice, la pobreza se adueño de todo, la crisis fue como un huracán que arrasó con el lugar. Mientras la gente empobrecía, Karl parecía no sufrirla, todo lo contrarío, era el único mercader que tenía carne de sobra. En su tienda vendía “escabeche de cerdo sin hueso”; también había cinturones, tirantes, cintas y cordones.
Este brutal asesino, era un hombre tranquilo, bueno, amable y solitario. Ayudaba a sus vecinos, daba cobijo al necesitado, llevaba la cruz Evangelista en los funerales, daba limosnas; era un hombre muy querido. Lo llamaban Vetter Denker: Papá Denker. Nadie sospecharía de lo que ocurría en el interior de su tienda, ni del alto coste de su hospitalidad
No sabían de donde sacaba la carne, no veían ningún vehículo que la transportara hasta la tienda. Sospechaban que era de perro, algo ilegal, pero la carne estaba buena y era barata.
El fuerte olor que emanaba de su apartamento era molesto y dio pie a muchas quejas. Los vecinos veían los cubos de sangre, las fundas que veían llenas y volvían vacías; sin embargo no denunciaron estos hechos, porqué el bueno de Karl no podía estar haciendo nada malo.
El 21 de diciembre de 1924. El inquilino de la casa, Gabriel, escuchó unos horribles gritos. Alertado, pensando que algo podía estar sucediéndole a su casero, corrió en su ayuda. Su casero no estaba, en su lugar estaba un mendigo, Vicenz Oliver,  tenia la cabeza abierta y la sangre le había bañado el rostro. El joven gritaba que Vetter Denker le había hecho eso.
La policía no daba crédito a su declaración. Describía como el bueno de Karl se acercó con un pico y le golpeó en la cabeza. No lo creían, pero el vagabundo, que estaba muy agitado por lo sucedido, insistía una y otra vez. Finalmente la policía se presentó ante Karl. Esté insistía que estaba protegiendo su propiedad de un intruso.
Esa misma noche, Karl, temiendo la vergüenza y lo que la policía se encontraría en su casa; se ahorcó en su celda.
La policía fue a su apartamento y a su tienda.
Según el informe de  Friedrich Pietsky encontraron huesos y carne en una solución salina dentro de un recipiente de madera. Las heridas que presentaban las víctimas eran postmortem. Faltaban partes de los cuerpos como las extremidades.
Había carne cocida con restos de piel y cabellos humanos, piezas de glúteos, una olla con una porción de comida y claras señales de que se hubieron comido la otra. Un barril lleno de huesos que presentaban marcas de haber sido serrados y restos que se encontraron a lo largo del bosque. Se encontraron dientes que pertenecían a unas 20 personas.
Los tirantes que Drake llevaba estaban hechos con piel humana y usaba los cabellos para tejer cordones.
En un armario guardaba la ropa manchada de sangre perteneciente a sus víctimas, incluyendo una falda, la única prenda femenina que pertenece a la única mujer que asesinó, ya que tenía más predilección por hombres adultos
Drake guardó las tarjetas identificativas de sus victimas y las usó para rellenar unos grotescos libros donde describía los datos personales de la victimas, así como su peso muerto, desnudo y destripado.
Gracias a estos datos se pudo identificar a muchas de sus víctimas. Se calcula que fueron cerca de 40.
La mayoría de las identificaciones pertenecían a personas que acababan de salir de la cárcel, vagabundos u hospitales. Drake los invitaba a cenar su “famosa carne”, les daba un lugar donde cobijarse y cuando estaba seguro de que su invitado estaba cómodo, los asesinaba golpeándoles el cráneo.