Diedrich Heinrich Karl, apodado el vampiro-carnicero de Hannover, ya que el nombre de “asesino en serie” era desconocido en la Alemania de 1928.
Fritz, el diminutivo con el que era conocido; nació en Alemania en 1879. Era el miembro de una familia marginal en un barrio pobre. Su padre era fogonero en el ferrocarril y la herencia que había recibido su madre mantenía numerosa familia. Su carácter retraído, tímido e inseguro hacia que se acercara más a sus hermanas y que huyera de cualquier actividad violenta o luchadora.
Sus padres intentando endurecer su carácter y que sus notas mejoraran, lo ingresaron en una academia militar. Como soldado obtuvo buenas calificaciones, pero tuvo que abandonarla ya que sufría espantosos ataques y pérdidas de consciencia.
Su primer trabajo fue en una fábrica de cigarrillos, pero le duro poco. Sus actividades era delictivas aumentaban, prefería robar y timar; trabajos donde podía lucrarse sin esfuerzo.
Lo detuvieron por primera vez por abusar de menores a los que engañaba y engatusaba. En el momento de la detención se lo encontraron con un muchacho en la cama. En el calabozo se le asignó un psiquiatra que admitiría que Fritz no era apto para ser procesado. Inmediatamente lo internaron en una institución mental, hasta que mostrara mejoría. A los seis meses de estar encerrado conseguía escapar.
Se fue a suiza intentando formar una nueva vida; sin embargo echaba de menos su hogar. Regreso a los dos años y se alisto en el ejército; una vez más por razones médicas lo dieron de baja. Gozaba de una pensión militar, pero no era suficiente para subsistir.
Realizaba pequeños hurtos que lo mandaban a la cárcel continuamente. Dentro de la celda no solo confraternizó con personas de su calaña; sino también con algunos policías, trabajando para ellos como informador. Sin embargo, este acuerdo no lo libro de estar un largo tiempo en prisión por fraude. Mientras él estaba encarcelado, el mundo se debatía en la 1 guerra mundial.
Cuando salio de la cárcel se encontró una Alemania empobrecida y dañada por la guerra; a consecuencia de ello la vida criminal era más sencilla. Siguió como informante de la policía, ahora que la pillería había aumentado, la policía confiaba en el pacífico Fritz ha quien tenían como un caco de poca monta incapaz de hacer daño a nadie.
El trastorno de Fritz iba en aumento. Acosaba a muchachos jóvenes para saciar su lujuria insaciable.
La desaparición de Friedel Rothe fue el primer desencadenante, su primera víctima conocida.
Frietz volvió a estar un periodo relativamente corto en la cárcel y cuando salio se enamoro de Hans Grans, quien se convertiría no solo en su amante, si no en su participe indirecto de las atrocidades que posteriormente se llevaron.
El bueno de Frietz recorría los barrios bajos y las estaciones de autobuses, buscando jóvenes hermosos a los que les ofrecía comida y ayuda. Las personas del lugar lo tenían como un buen hombre que ayudaba a los demás. Pero con el tiempo, una mujer que vivía en las calles le pareció muy extraño no volver a ver a ninguno de los jóvenes.
Durante esta época de hambruna, Frietz también se dedicaba a la venta de carne en el mercado negro. Nunca se le vio animal alguno y una de sus clientes fue a la policía indicando que la carne que había comprado parecía humana. La policía tomándoselo a broma contesto que tenía suerte de tener algo que comer.
El último grito fue cuando unos niños en la orilla del río Leine encontraron una calavera. Al drenar el río se descubrieron más de 500 huesos que pertenecían a 22 personas. Todas las pistas policiales apuntaban al inocente informador Fritz Haarman.
La policía intervino en el apartamento del informante encontrándoselo ensangrentado. Una vez en comisaría explicaría que le gustaba violar a jóvenes menores, a los que les mordía la yugular para observar como se desangraban. Una vez muertos, los desmembraba y comercializaba con su carne. Los huesos restantes los tiraba al río Leine, allí donde fueron encontrados. Las ropas y sus pertenencias eran vendidas. Confesó haber matado cerca de 70 jóvenes.
Los nombres de sus victimas no tenían fin. El país estaba roto por la guerra y este suceso dejo consternada a mucha gente, sobretodo a los clientes que habían ingerido carne humana.
Fritz moría en la guillotina el 15 de abril de 1925; sus últimas palabras fueron: “Me arrepiento, pero no temo a la muerte”
Su cabeza fue guardada y su cerebro donado para su estudiado.
Se levantó una tumba comunal para las víctimas; donde una hermosa estatua conmemorativa recuerda la atrocidad esperando que nunca se repita.