Uno
de los asesinos más prolíferos de Inglaterra. Se calcula que asesinó a más de
250 personas durante el tiempo que ejerció como médico.
Su madre, Vera, era una mujer muy protectora.
Tenía 3 hijos pero su favorito era Harold. Lo diferenciaba de sus hermanos con
ropa elegante y corbata. La sobreprotección de la madre, llegaba a escoger a
las amistades de Harold. Se convirtió en un niño solitario; para él, el resto
del mundo era insignificante; su madre se había encargado de que su ego
creciera sin fin.
A los 17 años, su madre sufrió cáncer de pulmón.
Mientras estuvo enferma Harold se ocupó de que nunca estuviera sola. En cuanto
terminaban las clases, corría a casa para estar con ella. Día tras día, veía
como su madre se retorcía de dolor y sólo las inyecciones de morfina que le
suministraba el médico aliviaban su dolor. El 21 de junio de 1963, Vera que
estaba escuálida y sin fuerzas, es derrotada por su enfermedad.
Tras la muerte de su madre, Harold ingresa en la Escuela de medicina de la Universidad de Leeds. Conoce
a Pimrose Oxtoby, una chica de 16 años. A los pocos meses se quedó embaraza del
que sería su primogénito.
1970 consiguió su título en Medicina y cirugía,
con muy buenas notas.
Su primer trabajo fue en Yorkshire en el
Pontefract General Infirmary. Era muy amable con sus pacientes, pero fuera de
la consulta era una persona agresiva y huraña. Los pacientes estaban encantados
con el doctor, lo que no sabían era que los estaba matando lentamente.
Trabajaba en el área de Ginecología, donde conseguir
morfina era muy sencillo, ya que se usaba para aliviar los partos. No pudo
resistirse y empezó a consumir esta sustancia frecuentemente, así comenzó su
adicción.
En 1974 Harold ya tenía dos hijos, y muchas
quejas por su comportamiento conflictivo y grosero. Disfrutaba humillando a sus
compañeros, solía insultarlos refiriéndose a ellos como “estúpidos”.
Su trabajo fue puesto en duda cuando la recepcionista,
Marjorie Walker, descubrió que a algunos pacientes se les había recetado
Petidina, (similar a la morfina), un medicamento que no necesitaban. El
hospital comenzó a hacer una investigación, donde no sólo se encontraron
irregularidades en las recetas, también se descubrió su adicción al
medicamento.
Fue expulsado del hospital y enviado a una
clínica a desintoxicarse. Una vez rehabilitado
empezó a trabajar en el Hopital Donneybrook Hause en Hyde.
En esa misma ciudad Harold abrió un consultorio
donde atendía a sus clientes. Ahora tenía libertad de hacer recetas sin que nadie lo
vigilara o detuviera.
Durante los cinco años que estuvo ejerciendo, el
número de fallecimientos entre la gente de edad avanzada era mucho más alta de
lo normal. El propio Harold firmaba las actas de defunción de sus pacientes,
indicando que eran por causas naturales. Las actas se enviaban a sus colegas
médicos; fiándose del buen juicio de Harold no se fijaron en el índice de
mortandad de sus pacientes.
Una vez firmados los certificados, Harold, insistía
a los familiares de las víctimas que
incineraran los cadáveres lo antes posible.
Durante todo este tiempo nadie se había fijado en
este hecho, a excepción de la Dra. Reynolds,
la cual estaba muy extrañada por lo que ocurría, llegando a cuestionar si era
negligencia o no. Con esta idea, en marzo de 1998, habló con el Jefe de
Medicina, Jhon Pollard.
La policía investigó a Harold, pero no
encontraron pruebas incriminatorias. Mientras tanto el Dr. no perdió el tiempo,
tres ancianos más murieron. Hubieran pasado desapercibido si no fuera por su
codicia.
Una de sus últimas victimas fue la adinerada
Kathleen Grundy. Harold redactó un falso testamento, donde él era el único
beneficiado. Desheredó a la única hija de la fallecida; una abogada que sabía
que su madre no poseía ninguna maquina de escribir; el testamento estaba
escrito a maquina en lugar de a mano.
Angela Woodruff, la hija, denunció al Doctor y el
cadáver fue exhumado. Tras analizarlo, se encontraron restos altos de morfina.
El día 7 de septiembre de 1998, Harold fue arrestado. Cuando se
registró su casa, se encontró la máquina de escribir que se usó para redactar
el testamento.
Fue condenado a cadena perpetua por el asesinato
de 15 pacientes. Se estima que fueron 215 las víctimas, incluso se habla de
300.
Con 58 años, el 13 de enero de 2004, Harold se
ahorca en su celda usando sus sábanas.
Sus palabras más significativas fueron: “Yo puedo
curar o puedo matar. Soy un médico y en mis manos está el poder de la vida y la
muerte. No soy un instrumento de Dios; cuando estoy con un paciente, yo soy
Dios. Soy un ser superior”.
Algunos expertos aseguran que era una persona
arrogante, con deseos de controlar quien vive y quien muere. Otros dicen que la
muerte de su madre le dejó una enorme huella, he intentaba suplantar al médico
que aliviaba el dolor de la difunta; eso explicaba porque el 80% de sus
víctimas eran ancianas con la misma edad que tenía su madre cuando falleció.
En memoria de las
víctimas se construyó un jardín en Hyde Park en julio de 2005, “El jardín de la Tranquilidad".
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